LA CAPILLA DEL PESEBRE
ORATORIO EN FAMÍLIA ALAQUÀS 11-02-2012
Hoy me ha sucedido algo maravilloso. Es sábado, quizás un sábado como otro cualquiera. Pero hoy, no ha sido así.
Íbamos al cine, pero ¡oh casualidad¡ la película que queríamos ver no estaba en ese cine. Y tras veinte minutos deambulando por las calles del centro de Valencia, mi marido me ha propuesto una excursión.
-¿a dónde vamos?, le pregunto. –Recuerdas aquel lugar a dónde fui a parar cuándo volvía de Madrid, Verbum Dei.-Pues allí vamos.
El frío del día era insoportable, sobre todo para una baja en calorías como yo. Pero acepté la propuesta y bendito el día.
Mis hijos no tenían ningunas ganas de abandonar el coche. Pero nada más llegar a Siete Aguas, destino de nuestra excursión, nos desviamos rumbo a Verbum Dei, que es un paraje entre montañas, con varias estancias individuales para los distintos ejercicios espirituales, residencia para convivencias, para las hermanas que allí viven y también varias capillas. Una de las cuales se convirtió en la protagonista de mi maravillosa tarde.
Ese día se celebraba el encuentro de los jóvenes amigos de los misioneros. Había más de cien niños acompañados por jóvenes monitores y varias hermanas que se encargaban de ayudar en las actividades que estaban realizando. Esto, ya les resultó llamativo a mis hijos. -¡ Cuántos niños mamá!, -¿Qué están haciendo?.
-Pues no sé hijo. –Mejor lo preguntamos.
Así lo hicimos, nos presentamos en el edificio principal dónde nos acogieron de manera cariñosa, y aunque no nos podían acompañar en la visita a sus instalaciones, nos dejaron pasar a la Capilla del Pesebre.
La Capilla del Pesebre, ¡quién me lo iba a decir!.
Una de las misioneras nos acompañó a la puerta de la capilla y nos dejó a solas. Y al entrar……….., se me turbó el corazón. Mi marido me miraba y decía:- ¡ésta es la capilla de la que te hablé!, cual un pesebre, con sus piedras, su rincón, su sagrario con forma de cuna de madera, dónde duerme el niño Jesús. La luz, las viguetas de madera, las sillitas de ratán, las distintas biblias, la guitarra apoyada sobre las rocas….
Diego, mi hijo pequeño nada más entrar se abrazó a la cruz. -¡Cuidado!, le dije, pero él me contestó: -¡sólo quiero abrazar a Jesús y saludarlo!.
De manera casi espontánea comenzó nuestro oratorio, dimos las gracias por estar en un espacio tan lleno de paz y mi hijo mayor empezó a rezar. A lo que nos sumamos todos. Más tarde le pedimos a Jesús que se acercara a nosotros para vivir juntos la experiencia de nuestro encuentro, y el más pequeño de mis hijos comenzó a cantar: Aleluya cantará. Me apeteció coger una guitarra que desde luego no era mía, para tocar el único estribillo que sé. Les encantó. Y siguieron con El Padre Nuestro cantando. Iñaki rezó el padre nuestro mientras todos susurrábamos la música de fondo. Fue precioso.
En ese momento me acordé de mi grupo de oración, me sentí Raquel con su guitarra, recordé la canción de Cristóbal de Pedro Guerra: ”Pasa, entra”, recordé los 1440 minutos de Amparo y pensé en parar el tiempo, recordé a Gloria cuando leía a Anthony de Mello, recordé a Clara y sus viajes a Taizé, y me sentí feliz.
Nos despedimos de Jesús agradecidos por el momento vivido y con la ilusión de volver.
Gracias Padre.
Elena A.
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