Ya estaba nerviosa antes de empezar, cual un examen, había olvidado lo estudiado. Fui a recogerlos a su clase. La algarabía era notoria, pero tras la selección de niños del nº 1 al nº 12, ellos se señalaron y acudieron a la puerta. No sabían dónde iban y eso me gustó. -¡Muy movidos!, dijo Diana. Y con la incógnita del ¡¿dónde vamos?! Los tuve hasta la capilla. Por el camino intenté romper el hielo. Algunos me conocían, otros no. Les pregunté a qué olía por el camino. Y ellos contestaron: - ¡a rosas!, - ¡a azahar!, ¡a primavera!. David dijo: ¿has visto ésa rosa?, ¡es preciosa!. Y en ese justo momento, me quise acercar a ellos. Ya me gustaban. Les advertí que mantuvieran silencio porque el lugar a donde íbamos era muy especial. Estaban ansiosos, pero se portaron bien. Al llegar al vestíbulo de la capilla nos recibió Raquel. –Los conoce a todos, me dije. (¡qué bien!). Me sentí aliviada. -¡Aquí no hay prisas!, ¡no hay reloj!, ¡no hay ...
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